Las redacciones de mi vida y la Era de la Comunicación
Cada vez que escribo una de mis entradas en este blog, me recuerdo en la casa de mi infancia, enciclopedia en mano para documentarme, que una es muy profesional, elaborando cuidadosamente la redacción que el profesor de turno había ordenado hacer esa jornada escolar. No sólo nos pedían escribir sobre las vacaciones navideñas a la vuelta de éstas, no, a menudo debíamos hacerlo sobre noticias candentes o sobre hechos históricos, como la invención de la imprenta por ejemplo.
Adoraba llegar al colegio al día siguiente y que el profesor me pidiera leer delante de mis compañeros mi redacción. Si ese día no me elegían para hacerlo, me sentía algo frustrada porque nadie escucharía mi pequeña obra, después de tanta elaboración y cuidado; porque si no existe “feed back”, es decir, si no hay aprobación o crítica alguna, el que escribe puede dejar de hacerlo poco a poco. Me ocurre igual con mis blogs, sé con seguridad que hay personas cercanas a mí que me leen, amigos muy cercanos e incluso familiares, pero en pocas ocasiones unos y en ninguna otros, escriben un comentario. Los comentarios en los blogs son esas aprobaciones o críticas necesarias para que estos espacios se mantengan y para que los/las autor@s de los mismos se sienta motivad@s y continuen escribiendo en ellos.
Tengo una anécdota curiosa de hace bastantes años. Mi padre, acostado en su cama, me pidió que le leyese uno de mis cuentos. Comencé a recitarlo con la soltura de una presentadora de radio, casi a oscuras…y observé para mi sorpresa que mi progenitor, cuando llevaba apenas 3 folios leídos, se había quedado completamente dormido. Al principio, y quiero confesar que bastantes años después, sentí una frustración infinita; a mi propio padre le resultaban soporíferos mis relatos. Pero con el tiempo y mucha madurez, entendí, no sé, podréis creer que tal vez para justificarme, que el cuento contado o leído al borde de una cama tiene un único objetivo: sumergir al oyente en un letargo profundo e irreversible. Yo no dejé de escribir, porque esa reacción de mi padre me pareció la esperada en esa situación… haced la prueba y veréis.
Cualquiera les pide a los chicos de hoy que redacten algo sobre un determinado tema, algunos se limitarían a poner cuatro frases sacadas del "rincón del vago", con lindezas como: “… como ya comenté en mi libro publicado en 1954…”
Me resulta curioso la forma de comunicarse que tienen algunos jóvenes, sin ir más lejos, no hace muchos días coincidí en el Messenger con uno de mis nueve sobrinos, un joven muy creativo en lo que respecta al mundo de la música electrónica y muy, muy trabajador y constante. Lo que me pareció sorprendente, y en otras ocasiones, charlando con otros jóvenes también me ha resultado similar, son sus respuestas, casi todas previsibles. “sip”, “qué bien, no?”, “claro”, “a ver si nos vemos”, “no veas”, “bss”… No sé si es mi impresión, pero como tengo esa necesidad imperiosa de comunicarme largo y tendido y casi a todas horas, y cuando lo hago, soy capaz de dormir a las piedras, me siento desaprovechada, vamos, que me siento como una policía en un interrogatorio, ¿te imaginas?... Con el flexo dirigido al rostro y sin escapatoria. Estos jóvenes y algunos no tan jóvenes jamás suelen narrar nada de lo que acontece en sus vidas, sólo emiten respuestas cortas, como autómatas, y eso que están horas enganchados a internet. ¡¡¡Menos mal que estamos en la era de la comunicación!!!...
Comentarios
EVa
.- Si tío, ven con tu prima que me gusta un montón.
El lenguaje actual de la juventud no sobrepasa los 150 vocablos.
croquette
Esperanza