Mi dignidad no está en venta
Dicen que la dignidad es un atributo distintivo del ser humano, pienso también que de muchos animales superiores. Ésta nos capacita para tomar decisiones y poner en práctica nuestra libertad. Según Platón y Kant la dignidad equivaldría a “autonomía”, y estoy de acuerdo con ellos, porque el mero hecho de ser capaz de modelar nuestra vida y gobernarnos a nosotros mismos nos hace libres, al menos es lo que yo entiendo.
Ahora mi vida está en venta, mi pasado está en venta al módico precio de la FELICIDAD. Entrego a un precio razonablemente rebajado todo lo tangible y todo lo impalpable, lo que me pesa más de lo debido y no resulta práctico ni necesario. Me desprendo de la gravedad que hace que mi espalda cruja a cada instante y así me libero. Nunca he tenido muchas pertenencias, al menos materiales, jamás acumulé y ahora más que nunca quiero ir con lo puesto, como diría el poeta, ligera de equipaje. Traspaso un televisor de plasma de muchísimas pulgadas, un frigorífico que ha estado casi vacío de alimentos desde su compra, una lavadora más que moderna, una bicicleta con pocos paseos al sol, un sofá cama casi a estrenar y una cama, con colchón de látex, que acogió a mi cuerpo cansado en contadas ocasiones… También cedo casi regalado mis bonitos recuerdos, imágenes felices, porque no tienen precio y porque me siento generosa. Por supuesto devuelvo a la nada los malos ratos, los desamores, las infidelidades con causa o sin ella, las desavenencias, las lágrimas amargas, etc. Todos estos tropiezos que me ha hecho dar la vida arrojo directamente al fuego purificador, no pretendo ofrecerlos y menos regalarlos… ya hicieron suficiente daño.
Y voy y vengo, trajinando entre cajas de libros, discos, cuadernos con escritos y maletas no muy llenas de ropa. Precipito al vacío lo que jamás usé y lo que probablemente no utilizaré más en mi vida, los lastres materiales que hacen que camine con más dificultad en las etapas de cambio obligado. En mis más de 12 mudanzas siempre me he desprendido de lo inservible y he sentido un placer inmenso al hacerlo… Arrojo a la basura un objeto guardado durante años y me siento aliviada, como si flotase. Haces un pequeño duelo instantáneo con cada cosa que expulsas de tu vida y sigues adelante.
Entretanto me ocupo de pensar en mi dignidad que por supuesto no está en venta ni se traslada. Es lo único que poseo y quiero mantener para siempre porque de lo contrario perdería toda mi esencia. Ahora puedo decidir qué ser, aunque no soy sólo lo que soy, sino también mis aspiraciones y proyectos personales, esos que siempre he deseado que respeten las personas que me rodean. Nadie ni nada podrá arrebatarme la dignidad a menos que yo facilite el permiso correspondiente. Ya soy libre de cargas más allá de mi pellejo. No tengo nada ni nada quiero, seré feliz con lo puesto.
Ahora mi vida está en venta, mi pasado está en venta al módico precio de la FELICIDAD. Entrego a un precio razonablemente rebajado todo lo tangible y todo lo impalpable, lo que me pesa más de lo debido y no resulta práctico ni necesario. Me desprendo de la gravedad que hace que mi espalda cruja a cada instante y así me libero. Nunca he tenido muchas pertenencias, al menos materiales, jamás acumulé y ahora más que nunca quiero ir con lo puesto, como diría el poeta, ligera de equipaje. Traspaso un televisor de plasma de muchísimas pulgadas, un frigorífico que ha estado casi vacío de alimentos desde su compra, una lavadora más que moderna, una bicicleta con pocos paseos al sol, un sofá cama casi a estrenar y una cama, con colchón de látex, que acogió a mi cuerpo cansado en contadas ocasiones… También cedo casi regalado mis bonitos recuerdos, imágenes felices, porque no tienen precio y porque me siento generosa. Por supuesto devuelvo a la nada los malos ratos, los desamores, las infidelidades con causa o sin ella, las desavenencias, las lágrimas amargas, etc. Todos estos tropiezos que me ha hecho dar la vida arrojo directamente al fuego purificador, no pretendo ofrecerlos y menos regalarlos… ya hicieron suficiente daño.
Y voy y vengo, trajinando entre cajas de libros, discos, cuadernos con escritos y maletas no muy llenas de ropa. Precipito al vacío lo que jamás usé y lo que probablemente no utilizaré más en mi vida, los lastres materiales que hacen que camine con más dificultad en las etapas de cambio obligado. En mis más de 12 mudanzas siempre me he desprendido de lo inservible y he sentido un placer inmenso al hacerlo… Arrojo a la basura un objeto guardado durante años y me siento aliviada, como si flotase. Haces un pequeño duelo instantáneo con cada cosa que expulsas de tu vida y sigues adelante.
Entretanto me ocupo de pensar en mi dignidad que por supuesto no está en venta ni se traslada. Es lo único que poseo y quiero mantener para siempre porque de lo contrario perdería toda mi esencia. Ahora puedo decidir qué ser, aunque no soy sólo lo que soy, sino también mis aspiraciones y proyectos personales, esos que siempre he deseado que respeten las personas que me rodean. Nadie ni nada podrá arrebatarme la dignidad a menos que yo facilite el permiso correspondiente. Ya soy libre de cargas más allá de mi pellejo. No tengo nada ni nada quiero, seré feliz con lo puesto.
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Iván
Iván