Las despedidas...
Las despedidas son nefastas para el corazón. A enfrentarnos con la muerte nadie nos enseña, a despedirnos menos aún.
La lengua española es dura a la hora de decir “adiós”. Los alemanes, aparentemente fríos dicen “tschüs” (/chis/); los franceses, siempre tan correctos un “au revoir” con sabor a regreso; los italianos, su cálido “ciao” que utiliza medio mundo; los ingleses un doble “bye” con ritmo de canción de verano, y los japoneses su “sayonara” con sonrisa incluida. Definitivamente, el vocablo español “adiós” es frío, es drástico, es duro y seco… y huele a muerte lenta.
Siempre he detestado despedirme porque me sabe a amargo abandono. Mientras escribo este post la angustia me desborda y casi no me entra aire en los pulmones. Aunque intento, para no asfixiarme, repetir la palabra “adiós” en diferentes tonalidades, su rotunda sonoridad me traspasa y se hunde en mi columna, subiendo y bajando con lentitud, haciendo que las vértebras se aplasten más de lo que ya lo están. Alargo la /S/ final en un intento infructuoso de alcanzar un susurro bello y sugerente que haga cosquillas en los oídos del que escucha, pero no se puede, NO con esta palabra.
−“Adióssssssssssssssssssssss” −susurro en vano hasta quedar sin aire.
Cierro los ojos, pero sólo me viene la nostalgia de una copa de vino compartida. Me he despedido muchas veces en mi vida… de hogares propios, de casas ajenas, una y otra vez; de muertos muy muertos, de vivos muy vivos, de amores, de amantes, y cada vez que los dichosos acontecimientos me obligan a alejarme, me apago como una ESTRELLA fugaz… de pronto me llegan imágenes negras, grises, con los tonos apagados que tiñen cualquier partida, y siento que una pequeña muerte, una muerte cotidiana, me invade. Como digo, nefasto para el corazón, sobre todo para el mío, que se acelera y se sale por la boca cada vez que me dicen “adiós” o me lo imponen.
Sólo en la agonía de la muerte una despedida tiene algo de sentido, y para mí ni eso. Ayer estuve paseando por el río de mi infancia y noté cómo sus aguas se despiden de forma continua. Me senté frente al sol esperando que se escondiera para volver a la realidad, a ésa que se empeña en abofetearme después de días de placer inmenso. El agua pasaba con sigilo, y con su sonido monótono me hacía guiños que interpreté como a mí me vino en gana. Yo sentí paz, pero fue una paz inquietante. En mi memoria queda el recuerdo de las habladurías de los viejos del pueblo que cuentan que muchos paisanos, sumidos en la melancolía, se atrevieron, como poseídos por la llamada de aquel sonido del río, a dirigir sus pasos hacia él para ser tragados por sus aguas profundas y así acabar con sus penas para siempre. Tal vez por eso los ríos suenan tanto, porque se despiden de forma incesante, o porque los que quedaron atrapados en el fondo susurran lamentos, engañando así a los visitantes que se deleitan con las bellas estampas que éste nos ofrece.
Casi nadie tiene previsto un final, una despedida, y sin embargo hay que acatarla, porque siempre viene de improviso. Es algo que debemos aceptar aunque nos escueza.
Quizás los “adioses” sean adecuados para los muertos, pero yo te siento muy viva, me siento muy viva y quiero “VIVIR, VIVIR”. No quiero duelos innecesarios, no quiero “adioses” sin sentido.
Yo seguiré despidiéndome con un “hasta pronto” o un “hasta luego”, porque albergo siempre el anhelo de Re-encontrarme con los seres importantes que se alojaron para la eternidad en un rincón del alma, sin posibilidad ni ganas de echarlos de ahí.
Me ahogan las despedidas sin besos, sin sonrisas, sin abrazos que las adornen… sin una mano que roce tímida un hombro que se va, ni siquiera un suspiro o una mirada cómplice… me muero, me ahogo. Y mientras los malditos “adioses” se esparcen por el aire sin remedio, me quedo paralizada rumiando esos SILENCIOS que no entiendo, esos que se escurren por una espalda que se pierde en la estrechez de una calle sombría, y que no se voltea para no convertirse en estatua de sal, mientras observo cómo se achica su silueta querida…...... Y TE PIERDO…
¿Cuántas despedidas sin “adioses” se pueden soportar en una misma vida?
Comentarios
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes." ( Jorge Luis Borges)
Precioso texto y preciosa fotografía de un atardecer solitario.
M.J.
Saluditos Eva
Abrazo afectuoso
L.
Silvia
(pd:¡qué manía con las iniciales! jaja)
y sí, comenzar a decir: "holaaaaaaaaa" ( con muchas "aes" aunque no suenan /sssssssss/ susurrantes y sugerentes, tiene un fondo más alentador.....) Aunque pensándolo bien, lo diré en plural y asunto arreglado. "holaaaassssssssssssssss", susurraré, y se darán por aludidos todos los que quieran acercarse "despasssssito" y con buena letra...
Gracias, ahora en serio, a M.J., a L., a anònima de saluditos y a Silvia, por sus comentarios.
Besos a todas las siglas del mundo que visitan este blog.
Eva
y sí, comenzar a decir: "holaaaaaaaaa" ( con muchas "aes" aunque no suenan /sssssssss/ susurrantes y sugerentes, tiene un fondo más alentador.....) Aunque pensándolo bien, lo diré en plural y asunto arreglado. "holaaaassssssssssssssss", susurraré, y se darán por aludidos todos los que quieran acercarse "despasssssito" y con buena letra...
Gracias, ahora en serio, a M.J., a L., a anònima de saluditos y a Silvia, por sus comentarios.
Besos a todas las siglas del mundo que visitan este blog.
Eva