La voz de mi alma...
Los medicamentos basura se han terminado por fin, y el bicho
que intentaron matar los “sabios” galenos a golpe de antibióticos, aunque sigue
agitándose, se retira con la cola entre las piernas. Mi colección de “itis” ya es historia. Ni yo misma entiendo por qué he
utilizado esa inmundicia para intentar curarme, a sabiendas que el origen de
este mal no era ni un virus, ni una bacteria, ni la solución estaba en la
medicina oficial. Es la primera vez en mi vida que pierdo la voz y que me ahogo
en mis propias miserias. Nada es casual,
y por esa razón mi quinto chakra, el centro de la comunicación, ha
estado tocado de muerte.
Trastorno en mi garganta y por ende en mi expresión. Mi facultad
de escuchar y ser escuchada se ha visto
tambaleada. También cuestionadas mis circunstancias, y hasta han intentado delatarme,
revelando verdades a medias y muchos enredos de “vodevil”. Me he sentido amordazada
con palabras unas veces hermosas y otras grotescas, y me he ahogado cada
noche, mientras los vocablos menguaban
de tamaño y cambiaban de forma. Fue
durante esas noches cuando la tos supuraba cada error cometido durante el día y
me recordaba el bonito derecho a expresar mis propios deseos, a escuchar los
sueños del resto del mundo y a ser escuchada con el mismo ahínco.
Mi garganta no está muy limpia ahora. La comunicación acumula basura de meses. El bloqueo en esta parte del cuerpo me hace
parecer torpe en el preciado arte de escuchar mi voz interior, no digamos la voz del resto del mundo. Mi
timón está astillado y sólo me guía el tono de las olas que van y vienen
alocadas queriendo tragarme. ¡Tengo que
arreglar este desaguisado!
¿Para qué sirve mi voz?, ¿Cómo la utilizo ?... A pesar de mi precoz locuacidad, desde que era sólo un bebé ya “hablaba
por los codos”, últimamente me hacen ver que no desnudo mi alma cuando la
lengua se me calienta. Resulta curioso que haya gastado palabras de forma tan
inútil, enhebrando conversaciones que no me pertenecían, con el consiguiente
desgaste. Demasiadas veces me han mandado callar en mis tiempos mozos cuando deseaba
expresarme con libertad. Gracias a eso aprendí la estrategia del ciego: hablar
mucho pero no comunicar lo necesario.
El objetivo a partir de hoy será curarme de incomunicación. Mi ego no se llenará de orgullo si escucho alabanzas, pero tampoco me sentiré agredida si soy objeto de injurias y humillaciones verbales. Si mi garganta está fuerte para soportar virus y bacterias, estará fuerte para pasar todas las tormentas. Mi corazón y mi alma estarán en consonancia con mi garganta, y así la armonía estará servida. Me desintoxicaré de los malos humos respirados hasta ahora y volveré a hablar con la vibración justa, con las palabras justas.
Es hora de prestar más atención a todo aquello que digo y a
todo lo que callo. Me afanaré en llenar una bolsa con todos los
exabruptos que mis delicados oídos han escuchado y aquellos que mis ojos han tenido que leer. También
meteré muy al fondo las lisonjas dichas por mí, la palabrería fácil y los
silencios rotos. Cerraré bien la bolsa para que nada salga.
Ahora más que nunca, la vida que me espera me recuerda que
debo sacar la basura.
Comentarios
— ¿Qué quieres decir? Todo es contable. Basta con empezar, una palabra tras otra.
—Algo que ya no debe contarse. Algo cuyo tiempo ha pasado, cada tiempo tiene sus propios relatos, y si se deja pasar la ocasión, entonces es mejor callar para siempre, a veces: Las cosas prescriben y se hacen inoportunas.” (Corazón tan blanco, Javier Marías)
“…todo puede contarse si se ve acompañado de su exaltación o su excusa o su atenuante o su mera representación, contar es una forma de generosidad, todo puede suceder y todo puede enunciarse y ser aceptado, de todo se puede salir impune, o aún es más, indemne” (Mañana en la batalla piensa en mí, Javier Marías). “Contar es casi siempre un regalo, incluso cuando lleva e inyecta veneno el cuento, también es un vínculo y otorgar confianza, y rara es la confianza que antes o después no se traiciona, raro el vínculo que no se enreda o anuda, y así acaba apretando y hay que tirar de navaja o filo para cortarlo”. (Tu rostro mañana. Fiebre y lanza, Javier Marías).
“Escuchar es lo más peligroso, es saber, es estar enterado y estar al tanto, los oídos carecen de párpados que puedan cerrarlos instintivamente a lo pronunciado, no pueden guardarse de lo que se presiente que va a escucharse, siempre es demasiado tarde” (Corazón tan blanco, Javier Marías).
El único camino posible, sin embargo, es contar, porque el silencio también habla. “… callar, callar, es la gran aspiración que nadie cumple …”, (Tu rostro mañana. Fiebre y lanza, Javier Marías).
Un abrazo, amiga. Laura
María
chapeau
saludos
Teresa
P.V
Ojalá podamos escuchar esa voz ser capaz de expresar con asertividad lo que necesita y desea. Y ojalá seas capaz de escuchar con empatía lo que las personas que te aprecian necesitan expresar a su vez.
Un abrazo, parlanchina!!