Tu perfume...
Debe ser hereditario, porque creo que adquirí con el resto
de genes una capacidad olfativa fuera de lo normal. Mi padre ya la tenía y
supongo que mis ancestros también. No sé si tendrá que ver con el gran apéndice
que adorna el centro de algunos rostros
de familiares paternos, pero coincide “apellido” con “tamaño”. Eso sí, aunque
las personas que me conocen puedan pensar que mi nariz es regia y majestuosa, puedo
decir, sin equivocarme, que es una de las más pequeñas de la familia, y que yo
jamás he sentido esa magnitud tan tremenda que se le presupone. Eso sí, esa
habilidad por olisquear y descubrir olores la poseo desde que nací.
Tengo muchas manías, algo humano por otra parte; una de
ellas es oler casi todos los alimentos que posteriormente van a ser ingeridos
por mi. No es por seguridad, si así
fuera, podrían contratarme para detectar alimentos en mal estado o envenenados.
En otra época sería mi trabajo tal vez.
Dice mi madre que hay dos alimentos que gustan más por su
olor que por su sabor, son el limón y el café. Tiene razón, son dos olores que
podría estar oliendo todo el día sin cansarme, pero no son sabores que disfrute
mucho, ambos los utilizo por necesidad. Yo a esa escasa lista de mi madre añado
el chocolate… podría acercar a mi nariz una onza de ese rico manjar durante
largas horas sin catarlo. Os lo puedo asegurar y hasta tengo pruebas. Reservo, desde hace algunos meses, una caja
con rico chocolate, traído expresamente desde Bélgica. Desde entonces la caja
continúa intacta. De vez en cuando la saco, la olisqueo con los ojos cerrados y
la vuelvo a guardar para que no pierda su esencia. Espero una buena ocasión
para abrirla.
Desde que se utilizan los perfumes, las aguas de colonias,
los geles con ricos aromas… nuestros cuerpos huelen a todo menos a ser humano. Hemos
perdido la capacidad de reconocernos por el olor y a menudo acertamos con esta
o aquella persona por la marca de perfume que utiliza. Qué tristeza.
Hasta se pueden clasificar a los seres humanos por el tipo de “mejunje”
que utiliza.
Mi sentido del olfato ahora está muy sensible a la piel
humana, a tu piel en concreto. Me gusta olfatearte la vida, sin artificio. Desde que descubrí que no es necesario
esconderse detrás de un aroma artificial, al menos no a diario, también he
descubierto que puedo sentir mejor el AMOR. Sí, el amor. Ya nuestros primitivos
antepasados sentían el amor a través del olfato, no es algo nuevo. Olfateo como un sabueso tu cuello y huele a
ti, acerco mi nariz a tu vientre y es a
ti a lo que huele, tus manos huelen a ti
y tu alma no se esconde detrás de ninguna marca concreta. Te reconocería entre
miles de cuerpos, porque mi olfato se ha acostumbrado a ti, se ha impregnado de
esa sustancia tan tuya que no satura.
Perfume que perdura a través del tiempo,
una fragancia única. Ninguna
marca en el mercado puede plagiarlo.
Comentarios
Nunca tuve un olfato extraordinario. Hace unos cuantos años, un catarro, un fortísimo catarro, dañó mis terminales olfativas. Anosmia, lo llaman. Durante mucho tiempo no sentía los olores, ningún olor. Con un tratamiento fui recuperando el olfato y ahora tengo días que puedo sentir olores fácilmente, otros días o momentos que no siento apenas. El caso es que durante el tiempo en que no olía nada de nada, sólo podía recordar el aroma de algunas cosas, por ejemplo el de las rosas-rosas (no las que venden en las floristerías, tan perfectas e inodoras). Y resultó ser una experiencia enriquecedora, al mismo tiempo que angustiosa (no sabía si volvería a oler).
Sigue oliendo esos bombones belgas, que en la primera oportunidad que tenga te los robaré.