Cree que está segura...
Entra en el coche, se engancha el
cinturón de seguridad y arranca el motor. Quince minutos, sólo quince minutos
de viaje para llegar a su hogar. Levanta una y otra vez el pie del acelerador
para no llegar nunca a donde no quiere llegar. Prolonga el viaje para disfrutar
de esos quince minutos. Tan sólo quince minutos.
Cierra tras de sí la puerta de la casa
que hoy la habita, gira dos vueltas la llave, enciende la luz y cree que está
segura allí dentro.
Se cambia de ropa. Retira sus zapatos
con parsimonia, zapatos que le pesan cada día más. Deja que un pijama que lleva
su olor de varios días impregnado le abrace suavemente. Su rostro se relaja
cuando esos trapos tan usados la envuelven. Cree que está segura.
Abre la cama de sábanas frías y se
acurruca envuelta en pensamientos deshilachados. A ratos le gusta dormir
mirando al techo con las manos apoyadas en su vientre. En realidad no duerme;
observa las estrellas que adornan sus noches esperando que alarguen sus puntas
iluminadas y la eleven.
Entra en esa cama que parece arroparla
y cree que está segura.
Al vencerle el sueño, tiene siempre un
único pensamiento, volar lejos para encontrarse en el paraíso, donde las
sábanas ya no sean frías y las risas pueblen las paredes y las puertas.
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