Las enfermedades del alma

Las enfermedades del alma, ésas que no se ven y de las que muchos incrédulos dudan todavía que puedan convertirse en crónicas, son igual o más dolorosas que algunas enfermedades crónicas del cuerpo físico. Reitero lo dicho en la anterior entrada, la sociedad se apiada de los enfermos cuyo cuerpo se deteriora lentamente por una enfermedad física, pero quita importancia a los dolores incrustados en el corazón por etiología bien diversa. El grueso de la sociedad se equivoca al pensar que ese dolor invisible no mata igual de lentamente que cualquier cáncer, diabetes o enfermedad crónica. Ya me gustaría a mí que se pudieran utilizar las células madre para esta dolencia, igual que se ha demostrado recientemente que puede funcionar con los diabéticos tipo 1. ¡Qué suerte tienen algunos y algunas!.
A los incrédulos y a los que piensan que estas dolencias del alma se curan con la ayuda de un buen profesional, que no se encuentra fácilmente porque en estos casos la medicina no es exacta ni se pueden medir los números de sesiones o dosis de medicamento como se hace con la diabetes, por ejemplo, hasta dar con la dosis exacta, les diría que abran los ojos, que no es tan fácil como parece. Esos mismos también piensan que dejando pasar el tiempo, el dolor desaparecerá, se esfumará como el agua evaporada. Ojalá tuvieran razón, pero tampoco es factible. Si personas de nuestro entorno cercano, esos que dicen que nos quieren tanto, nos abandonan cuando estas enfermedades están instauradas, entonces el tratamiento se hará difícil y la cura casi imposible. Porque el profesional jamás sustituirá a las personas que nos quieren.
El estudio del alma no debería restringirse tan solo a los sectores religiosos y esotéricos, para nada. En este caso llamaría enfermedad del alma a todas esas dolencias causadas por una pérdida traumática, una obsesión sin definir, etc; es decir, todo aquel padecimiento constante en el tiempo y que es en muchos casos inapreciable para el resto del mundo, porque repito, no se puede manejar con los sentidos humanos, tan represores de sensaciones en muchos de nosotros.No deseo con todo esto dar una imagen errónea de mí misma, no quiero, sería lo último, provocar lástima o compasión. Esa estrategia es la más mezquina y ruín de todas cuanto conozco. Yo sólo defiendo la postura de quienes pueden tener una enfermedad del alma más que incrustada, interiorizada y casi enquistada. Una enfermedad paralizante como lo puede ser cualquier otra enfermedad, porque el que la tiene, aunque pueda trasladarse con su cuerpo físico de un lado a otro, se convierte en un fantasma que vive por inercia y pasa desapercibido durante un tiempo. Muchos no aguantan esta vida de sombras y concluyen, están en su derecho, con el circo montado; otros aguantan y…y esto es lo más grave, transforman esa enfermedad impalpable y para muchos imaginaria, en una enfermedad física. Suele ocurrir que cuando este cambio se obra en las vidas de esas personas ya enfermas con anterioridad, entonces la sociedad comienza a apiadarse de ellos y a atenderles. ¡QUÉ INJUSTO TODO ESTO!

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Para mayor conocimiento busca "efermedaes del alma". El primero de la página.
Iván

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