los nísperos son intemporales...

Hoy entré en el Mercado de Maravillas, en pleno barrio de Cuatro Caminos en Madrid, de paso, improvisando como siempre el presente. Bonito nombre para una plaza de abastos repleta de olores y tonalidades dispares... y hoy, de vuelta de recibir bendiciones y mucha magia, más apropiado no puede ser.
Me topé con unos nísperos y me vinieron a la mente escenas de mi infancia. Un “mini reportaje” que de vez en cuando mi abuela organizaba en el patio de su casa, que era muy particular, como todos los patios que se precien, para enviarlo a su hijo, nuestro pariente de América. Mis hermanos y yo sujetábamos un níspero mirando a la cámara orgullosos, eran sin duda los más gordos cogidos por la abuela Asunción para ese momento tan especial. Con mucho arte, el fotógrafo del pueblo iba situando al elenco en serie de mayor a menor estatura, criaturas bien peinadas y con vestiditos de domingo, delante del limonero, del naranjo, de los rosales en flor, del níspero, árbol frutal que cada primavera nos abastecía con su fruta rellena casi por completo de hueso. Una curiosa fruta, poca carne y mucho corazón, y esperada por todos cada año por esa rareza quizás, quién sabe.
Mis hermanos muy sonrientes, yo sobria y pensativa... ¿Por qué tan seria en todas las imágenes de mi infancia?, supongo que por esa sensación permanente de estar fuera de lugar, o por el síndrome del extranjero que desde que tengo uso de razón me invade a veces, cualquiera sabe y además ya qué importa.
Después de esta tarde de distracción que chocaba con las monótonas tardes de niños de pueblo, la abuela enviaba las fotos a su hijo, exiliado por amor a una dama y por amor al arte, por amor al verso, a la palabra. Qué lejos y qué cerca estaba siempre, qué relativo era el tiempo y el espacio cuando ocurrían estas cosas. Durante mi infancia sentíamos que el poeta estaba ahí, con la abuela, dialogando en unas interminables misivas, escritas cuando el silencio se mantenía y ella había dejado la casa arreglada. Era su momento, el momento del reencuentro semanal con su querido hijo.
Cuando la abuela había volcado todo su amor en aquellas hojas finísimas, especiales para largos recorridos, y había narrado con su temblona caligrafía los progresos de sus nietos, que crecían al compás de las cigüeñas y los gorriones que anidaban la palmera de aquel patio tan florido, me decía que escribiera unas palabras porque iba a cerrar el sobre y echar la carta esa misma tarde. Ella trazaba unos rectángulos en los márgenes para que pudiera expresarme libremente. Mis primeros escritos, mis primeros mensajes, mis primeras frases con intención amorosa, mis mejores deseos y mis besos infantiles quedaron garabateados en esos papeles.
Ahora ya no está el níspero, ni aquellas cigüeñas, ni los pájaros ruidosos, ni la abuela, ni sus cartas. Y mis hermanos no son los mismos, ni yo, por cierto. Siento que nada permanece, que todo se encaja y se desencaja una y otra vez, y vuelta a empezar. Y ahora sé que sólo el sonido de las cigüeñas y los gorriones quedaron en aquella casa que hoy, cerrada a cal y canto se le desprenden los recuerdos de las paredes como caliches secos, quizás por el desuso, o quizás porque todo aquello no existió más que en mi pensamiento. Y mi sonrisa de ahora me recuerda que la tuve entonces, pero que todo eso hoy no importa, porque por fortuna aquel fotógrafo de pueblo no volverá a repetir aquellos retratos del pasado que se quedaron en aquel AHORA QUE YA NO ES.
Comentarios
Una mujer poderosamente fuerte, optimista, viva, simpática, a veces gruñona...
Y esa casa... oliendo a jazmín y a suelo limpio, porque era muy limpia!! Esa casa nunca será lo que fue, sin ella no. La casa murió con ella. Ella mantenía esa casa viva...
Si querías refugiarte de la tristeza, la ira, la agresividad... sólo tenías que entrar en su casa y todo cambiaba.
Eso era otra cosa.
Y qué paz era verla sentada en su silla, rezando el rosario con NINA chiquitita durmiendo a su lado entre cojines...
Siempre estará presente para NINA Y para mí.
Sí, es cierto que nunca somos los mismos, cada instante es único, cada paso es diferente al que le precede, pero la mejor prueba de que la esencia de nuestro ser, nuestro yo más intimo e inocente, nos acompaña siempre es esta entrada. Gracias por el estupendo regalo.
Saluditos Eva.
Una mujer poderosamente fuerte, optimista, viva, simpática, a veces gruñona...
Y esa casa... oliendo a jazmín y a suelo limpio, porque era muy limpia!! Esa casa nunca será lo que fue, sin ella no. La casa murió con ella. Ella mantenía esa casa viva...
Si querías refugiarte de la tristeza, la ira, la agresividad... sólo tenías que entrar en su casa y todo cambiaba.
Eso era otra cosa.
Y qué paz era verla sentada en su silla, rezando el rosario, con NINA chiquitita durmiendo a su lado entre cojines...
Siempre estará presente para NINA Y para mí.
Tu hermana pequeña.
Genial, simplemeente genial.
Esperanza
Gracias siempre, anónima (de saluditos) constante...cierto que nuestro ser más inocente e íntimo siempre queda algo, afortunadamente.
Y gracias hermanita por escribir un comentario, te he tenido que tocar la fibra sensible para provocar esto???..pues me alegro...
Gracias siempre, anónima (de saluditos) constante...cierto que de nuestro ser más inocente e íntimo siempre queda algo, afortunadamente.
Y gracias hermanita por escribir un comentario, te he tenido que tocar la fibra sensible para provocar esto???..pues me alegro
Besitos a todas...
Me has traido los recuerdos de visitas al de Maravillas, (que por aquel entonces era también el país en que vivía),sin listas de la compra y con las no prisas propias de un año sabático.
Recuerdos de los ojos claros de un alguien, con mirada tranquila, feliz, ilusionada.
Recuerdos de un tiempo feliz de desayunos al sol, comidas con siesta y cenas con velas en la terraza del pequeño paráíso que creamos en aquella caja de cerillas-ático.
Me has dejado pensando en Aquel ahora que ya no es....
Un saludo.
Besos como siempre.
Un beso