Prefiero quedar en tablas…

Las personas con demasiada inteligencia a veces me hacen sospechar, me dan cierta desconfianza, sobre todo cuando usan ese preciado don para mover ciertas piezas a su antojo y darte jaque mate en cuanto te distraes.

Una vez por semana disfruto de un sesión de trabajo con un alumno bastante excepcional, está diagnosticado de TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) pero con altas capacidades intelectuales que el chico utiliza la mayor parte del tiempo para meterse en líos o meter en líos al resto de sus compañeros. Tiene un enorme EGO gracias a una madre que le sobreprotege y le potencia ese comportamiento de dictador nato, así que mi meta es bajarle los humos y subir su autoestima, que paradójicamente tiene por los suelos. Pues bien, las dos primeras sesiones que tuve con él fueron un desastre, nos tanteamos mutuamente y no conectamos. Confieso que es muy especial, pero como yo también lo soy y además me permito añadir a eso que soy bastante tozuda, me propuso un reto personal que fue desde ese instante conquistarlo como fuera. El ajedrez, juego de estrategas, me serviría para seducirlo, ayudarle a saber esperar y hacer que los silencios fueran, aparte de una delicia para ambos, menos estresantes para él.

Jugamos cada semana a la vida él y yo, y yo me lo tomo como algo personal, porque el ajedrez es como la vida misma y ahora mi vida es como un gran tablero lleno de piezas blancas y negras que intento que lleguen al otro extremo de la madera y termine al menos de forma satisfactoria. Me conformo con quedar en tablas y pasar el rato reflexionando mientras pienso en el siguiente movimiento.

A veces él se despista y la partida concluye en pocos minutos, porque su rey anda algo desorientado. Mi adversario en este juego, creyendo que todos los que le rodean pueden ser manipulados, me asegura que el rey no puede jamás morir, que las reglas son así, que él lo sabe muy bien. Le intento convencer, con la diplomacia más estudiada que a veces la vida me ha enseñado a golpe de movimientos falsos, que eso es imposible porque ya no podríamos hablar del mismo juego. Aquí es cuando me sale mi vena antimonárquica y le suelto que justo es al Rey al que hay que derrotar para que la partida termine con éxito.

Él siempre prefiere las blancas para salir con ventaja y le dejo porque soy bastante permisiva a la hora de elegir. Hasta cuatro y cinco partidas en menos de una hora nos hemos liquidamos a veces, son muchas me digo siempre, pero cada día, mi compañero de juego y yo vamos disminuyendo el número de partidas. Eso es lo que intento hacer también en mi existencia, aguantar el tipo, jugar más tiempo, vivir más tiempo con el mismo o la misma jugadora, dar un nuevo sentido al verbo “eternizar” (bonito vocablo para reflexionar) y que el tiempo de espera entre jugadas se dilate para disfrutar más si cabe de la vida.

A veces mi impulsividad me hace mover la ficha equivocada y ahogo a mis piezas, arrinconándolas. En estas ocasiones me siento bloqueada, débil como ese peón negro que no puede avanzar porque le han cerrado el paso. Pero no, no me doy por vencida, de pronto diviso un cuadrado blanco, muy blanco, como los sentimientos que ahora me adornan, y me cuelo, avanzo y salgo airosa de la situación.

Reconozco que soy amateur en este juego, aunque no una simple aficionada en el dulce juego de la vida, afortunadamente la vida me ha dado lecciones magistrales, unas dolorosas y otras maravillosamente blancas como las piezas de mi contrincante.

Me duele perder como a todo ser humano que se precie, pero también entiendo que en ocasiones no muy afortunadas he perdido piezas en el camino y en otras he avanzado tanto que al final, un simple peón negro como yo ha logrado alcanzar la octava casilla y me he convertido en una pieza con mucho más valor: me corono y elijo ser reina, torre, alfil o caballo. Prefiero distinguirme como reina que me da más libertad de acción y puedo controlar todo el tablero desde arriba, porque tengo hipofobia, que eso de saltar por encima del resto me da vértigo y no me parece muy legal.

Mi pequeño contrincante de nueve años cree saber bien lo que hace y a veces ha utilizado trucos que no son políticamente correctos. Cuando me vuelvo para beber un poco de agua fresca que me alivie de las reflexiones entre movimientos, aprovecha para descolocar alguna pieza suya o mía que le cuadre para que en el siguiente movimiento pueda fastidiarme la vida. Sí, la vida, porque el ajedrez es la vida y ahora me he dado cuenta que no puedes fiarte ni de un chiquillo aparentemente inocente……. Pero eso sí, con altas capacidades intelectuales. Me río yo de las altas capacidades intelectuales.

Las estrategias tanto en el juego como en la vida siempre son lícitas, no lo son tanto cuando la jugada se convierte en estratagema. No jugar limpio tiene sus consecuencias y siempre duele, y a mí ahora me resulta muy difícil confiar en un jugador que ha hecho trampa y por eso le vigilo muy de cerca por si acaso. Yo no soy tan inteligente como él y a veces sin querer he desplazado alguna pieza que ha parecido favorecerme. Pero o bien me arrepiento o en ocasiones ni me he percatado de esos torpes movimientos. No ser consciente de haber hecho el mal no te exime de culpa pero ayuda.

Eso sí, tengo muy claro que jamás jugaré a la ruleta rusa, prefiero el ajedrez, que ejerce mis sentidos más vitales, me ayuda a desplegar todas las armas blancas que llevo escondidas en mis tripas y a tener “mundología” sin salir de un tablero de 64 cuadrados iguales, blancos y negros. Tablero donde está el bien y también el mal, donde conviven lo sano y lo insano y donde la muerte y la vida se debaten para subsistir. Me quedo en tablas y todos en PAZ

La amenaza de la derrota es más terrible que la derrota misma. (Karpov, ex-Campeón del Mundo de ajedrez).



Comentarios

laorejadepessoa ha dicho que…
Incluso cuando pierdes, siempre le ganas la batalla a un "listo": La inteligencia sin sensibilidad no es inteligencia...
Enemigo de la inteligencia es la impaciencia.
Gracias, Eva!
Besitos de gominola
Etcétera ha dicho que…
Eva: Es genialidad femenina la forma de interactuar con un pequeño hiper-activo y con dispersidad te FELLICITO en la forma en que abordas el ajedrez... La genética EXISTE en tus venas y el ajedrez corre por las venas de la inteligencia HUMA ...NA. SALUDOS
Fernando Emilio Saavedra Palma.
Etcétera ha dicho que…
Gracias Orejadepessoa...Yo he perdido muchas batallas, por eso tal vez no sea tan "lista", pero me defiendo como nadie ante las adversidades.
Fernando, me he permitido copiar tu comentario del face aquí porque me ha gustado mucho. Un experto en ajedrez comentando este ssencillo texto merece que se le preste más atención. gracias por tu visita a mi blog... y lo de los genes, pues te confieso que ojalá hubiera más del que tú conoces en mis venas. He sacado de él cierta rebeldía e inconformismo. Él ha sido mi maestro desde bien pequeña, me gustaba emularlo y escribirle versos o cuentos en los márgenes de las cartas que su madre, mi abuela le enviaba. Sin él tal vez yo no habría escrito ni una frase. Mi admiración por el hombre y por el poeta.
saludos para ti.....................

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