En línea contigo...



Después de un día ajetreado, Blanca coge el teléfono móvil por última vez, ya en la cama, para volver a encontrarse con ella, en silencio, sin ruidos, buscando con dedos temblorosos su nombre. Sólo desea comprobar que está conectada. La coincidencia hace que justo en ese momento ella lo esté y en su corazón siente que sus latidos se aceleran. Después respira aliviada. “Ahí estás, a mi lado, por poco tiempo, pero al menos no te has ido del todo; muda, eso sí, pero puedo sentir tu respiración entrecortada y el ruido de fondo de la calle detrás de tus balcones”, piensa la mujer mientras mira y remira la pantalla de cristal y la acaricia con un dedo y con una mueca de pena en su rostro. A veces se aventura a decir en un susurro: “venga, dime algo, atrévete a teclear unas palabras”, pero nada pasa, sólo imagina su carita observando con nostalgia la pantalla en línea a pesar de la distancia, y con eso se conforma.


Echada en el respaldo de la cama sigue observando la pantalla del móvil. Ésta le va trayendo imágenes que ahora guarda con celo en su retina y que están grabadas a fuego en su inocente corazón. Ahora la recuerda dormida a su lado. “Cuando alguien duerme junto a mí es como si su cuerpo se quedase vacío”, se dice ella mientras una lágrima se escapa de sus ojos cansados. Cuando dormía a su lado sólo su respiración acompasada le confesaba que aún vivía, y el castañeteo de dientes le descubría que no sólo estaba viva sino que dormía como una niña feliz. En la madrugada, si un ruido la desvelaba, le reconfortaba acercarse a su boca, muy despacio, sin despertarla, para escuchar más de cerca ese sonido, ese ritmo, ese hilo de vida. Entonces, y como si fuese a perderlo todo, le palpaba la frente con sus labios, un roce casi inapreciable, suaves labios que amaban ese vacío que dejaba mientras dormía. Después ella cerraba todas las puertas tras de sí y se replegaba para dormir a su lado, tranquila, posando su mano en aquella cintura breve, “ahora más que nunca”, pensó ella.


El tiempo, y ella al otro lado de la línea conectada, eso es lo único real entre las dos en este momento. Y silencio, un silencio que tal vez pueda parecerle ahora frío pero que se le antojaba necesario.


“Por la mañana, cuando se despierte, me ofrecerá ese beso fresco que tanto necesito”, se dijo sonriendo mientras el sueño la atrapaba con el móvil abrazado a su mano.




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