Hoy hace cinco años de todo...
Miro y remiro la pantalla en blanco del ordenador sin saber
muy bien qué escribir. No es por falta de historias o temas, que quien me conoce
bien sabe que me sobran. Siento la necesidad de escribir sobre algo
trascendente y pregunto al Universo.
- De árboles, habla de
árboles- me sugiere un ángel.
¡Árboles!… un resorte mágico
se encarga de poner en funcionamiento la maquinaria. La moviola comienza a
girar y se detiene varias veces. En uno de los fotogramas me veo sentada a la
sombra de un árbol; en otra imagen intento
abrazar un enorme tronco y en otra me balanceo en una rama. Las estampas caen
al suelo, les doy vueltas y vueltas con mis manos revolviéndolas e intento
coger una al azar… creo que ya tengo tema. Miro la fotografía y recuerdo un
retazo de mi pasado reciente. Mi padre pasa sus últimas semanas de vida en un
hospital y me hace prometerle algo.
Hoy hace cinco años que pasó
a otra dimensión, pero su cuerpo sigue en un hospital preparando a los
estudiantes de medicina. La generosidad más allá de la muerte y su vocación de
instructor intacto a pesar de todo. Era
un tipo duro y a la vez cálido. La disciplina y la constancia, los principios
en los que sustentaba cualquier actividad que comenzaba, y un carácter
protector, la herramienta fundamental para sacar adelante a una familia
numerosa.
Él se estaba despidiendo por
aquel entonces, alejándose despacio, casi sin hacer ruido, y yo estaba sumergida en una transición que me
duró varios años. La vida para mí también se me escurría de las manos un poco,
pero sabiendo que las crisis se traducen en renacimientos, intenté apechugar
con todo y continué mi camino como pude.
Custodiar en un hospital
durante algunas noches a un padre con tanto carácter como el que tenía él
parecerá para muchas personas tarea difícil, pero no fue así. La enfermedad en
el cerebro que le empujó a marcharse antes de tiempo, también le transformó en
un dulce niño, estado que yo aproveché para conversar con él esas noches,
despedirme, pedirle perdón y perdonarle. Quedé en paz.
Una noche, cuando ya en la
habitación sólo se percibía la respiración entrecortada de un enfermo que
agonizaba y que moriría horas después, mi padre comenzó a hablarme. Eran esos
momentos de lucidez mezclados con la desinhibición que provocaba su dolencia
los que me parecieron sublimes y dignos de guardar en mi memoria como algo
único. Su rostro rezumaba ternura y toda la rigidez de años atrás desapareció.
- Dentro de muy poco tiempo
no estaré aquí –comenzó a decirme-, así que quiero que me prometas que transmitirás
esto a mamá.
- Dime, dime -le insté a
continuar con más curiosidad que otra cosa.
- Me gustaría que se
plantasen cinco árboles en los cinco lugares en los que he practicado alguna
actividad deportiva. Serán mis testigos.
- Muy bien, papá, y… ¿qué tipo
de árbol quieres que plantemos?
- Por supuesto que abetos –me
dijo muy serio.
- ¿Por qué abeto y no otro
árbol? -pregunté.
- Porque crecen derechos,
estirados y difícilmente se tuercen.
Me pidió que apuntara en un
papel esos lugares y que los recordase bien. La Alameda, junto al campo
de fútbol, donde preparó a un equipo local durante años. El polideportivo
y el Instituto de enseñanza secundaria, espacios donde trabajó cada
tarde hasta su jubilación a cambio de una remuneración económica irrisoria. Sólo
le movía la satisfacción de inculcar a muchos jóvenes y jovencitas el espíritu
de superación del que tanto habló toda su vida. Los dos últimos parajes importantes que quiso que yo recordase fueron
el río de su pueblo, donde se pasaba horas navegando con las dos
piraguas que él mismo se construyó, y La Matallana, entorno natural por el que en ocasiones daba largas caminatas en
solitario como terapia en sus últimos años de vida. Muchos domingos y festivos,
mi padre y mi madre preparaban a su prole para pasar allí un día completo de
campo. En muchas ocasiones incluso acampábamos, disfrutando de eternas noches
de lluvia de estrellas que tengo grabadas en la retina y de amaneceres
inolvidables.
Hoy he hablado con mi madre. Le he recordado esta promesa que le prometimos y me ha comunicado que ya está todo organizado. Dentro de muy poco tiempo esta deuda estará saldada.
Mi padre plantó muchos
árboles, tuvo muchos hijos e hijas y no escribió un libro, pero esto último qué
importa… creo que se marchó contento y orgulloso.
Comentarios
Un beso
Besos y bienvenid@
(Pregunto pregunto... Quien eres? Jjaja )
Besos y un abrazo
Adoro o pormenor de ele querer plantar pinheiros e fui pesquisar,olha só o que encontrei...
Pinheiros: Símbolo da imortalidade e da fecundidade, pela sua sobrevivência em terras menos férteis e pela facilidade na sua multiplicação. Os pinheiros unidos são mais resistentes e ressaltam a força e a capacidade de expansão.
*De hoje em diante vou olhar para um pinheiro de outra forma e com um grande sorriso.
Beijos e um forte abraço
sempre tua
luna
Gracias por estar ahí
Besos y mais
Etcétera
"Lo importante ni siquera es participar, lo importante es superarse a sí mism@s", solía decir.
Yo también te quiero, hermano. Besito
Eva
...cuando no había sequía
Jajaja
Feliz inicio de semana
Pinché en Blau, y una frase que decía: "si quieres saber, pregunta", y yo como soy muy bien "mandá".... Jajajaja...
Besos de bienvenida
Etcétera
Saluditos Eva
Gracias por todo, anónimo de saluditos y un fuerte abrazo.
Etcétera
Muchos besos
M
Ojalá pronto podais plantar esos árboles. Seguro que él lo espera sonriendo.
Un abrazo enorme!
Para que no se te escapen cosas de mí tenemos que quedar más, jajajaja....beber un vino en compañía no tiene precio.
Besos y gracias
Etcétera
Disculpen las molestias que mis muchos fallos puedan ocasionarles, jeje.
Gracias por pasarte por este humilde rinconcito
Besos
Etcétera
Besos.Lenteja
Gracias y muchos besos, Lentejila
Querida Eva, un abrazo fuerte.
Gracias y besos
Etcétera
Besos y burbujas.
Un abrazo
Etcétera