LA TÓMBOLA a secas...
(Fotografía de Lubélia Cortez. Berlín-2013)
Últimamente
estoy en tantas cosas… inventar historias, organizar, traducir, evaluar,
programar, ordenar, soñar, que me olvido de escribir sobre mí. Me parecería un
desatino abandonar este escondrijo que nació para consolarme, para desahogarme,
para llenar una parte de mi vida que hace casi siete años se encontraba muy
vacía, y que con el tiempo se fue transformando en la mejor terapia que he
conocido. Una sesión semanal o quincenal de “Tómbola” me supone un ahorro
considerable en psicólogos o psicólogas, en serio, (jajaja). Tal vez hoy por hoy no tenga que
consolarme, ni desahogarme ni rellenar vacíos. Es una buena señal, no creen?
Este blog no
tiene más pretensiones que la de emborronar periódicamente páginas en blanco
con pensamientos, poemas, narraciones breves, emociones, o reflexiones sobre
cualquier cosa que pase por mi inquieta cabeza. Me surgió la idea de abrir esta
ventana al mundo, porque en muchas ocasiones me descubro pensando en voz alta,
gritando o susurrando lo que me preocupa o lo que me apasiona. Y entonces
pienso: “¿por qué no dejarlo todo escrito?... así cuando sea viejita podré
releerlo y sonreír o llorar recordando viejos tiempos”.
Es un lugar
donde a pesar del carácter público que posee, mi alma se desnuda cuando sólo a
mí me apetece, sin que nada ni nadie me pueda condenar por ser más sincera de
la cuenta o reprobarme que escribir
sobre mis tripas más de lo debido pueda ser algo contraproducente para la salud
(pública).
Siempre he
intentado actuar con transparencia y expresarme con honestidad, aspirando a ser
muy considerada con las personas que me leen… y hasta con las que no me leen.
Y aunque el
nombre de este blog les traiga a la mente el soniquete de una canción bastante
conocida y pasada de moda aquí en España, el nacimiento de este rinconcito nada
tiene que ver con la letra de esa canción, más que en aquel verso que repite
tanto sobre que la vida es una tómbola de luz y de color y bla, bla, bla. Así
que hoy decido hacer una incisión limpia, cual cirujana experta, y sin derramar
ni una sola gota de sangre, (y menos aún
derramar una lágrima) me quedo con LA TÓMBOLA a secas, que se acerca más al origen de lo que
pretendía cuando lo inauguré.
Previamente al
nacimiento del blog, andaba yo jugando relajada a la vida, en una tómbola llena
de muñequitas de feria y osos blanditos y suaves de peluche. Estaba muy segura
de todo. Siempre he optado por tener las cosas (y a las personas) que valoro y quiero a mano, visibles, cerca de mi piel y mis huesos, como
si formaran parte de mi estructura, eso siempre me da cierta seguridad. En
aquellos momentos recaudé mucho amor, cariño, sueños y algunos proyectos; un
futuro dibujado con finísimos pinceles que acariciaban suaves un lienzo limpio
y bien tratado. Pero como al fin y al cabo la vida SÍ es una tómbola, y es por eso por lo que le puse aquel nombre
y no otro a este espacio, se me antojó comprar algunas papeletas de la suerte y
jugármelo todo a un solo número. Yo, que detesto los juegos de azar porque son
ilusiones que en nada se sustentan, pensaba que todo se mantendría tal y como
estaba… y no, perdí todo lo que había alcanzado hasta entonces. No me
arrepiento ahora de habérmela jugado, porque aquello ya aconteció y ahora, en
este punto de mi vida, tengo mucho más de lo que en aquel tiempo había atesorado.
Me tengo a mí misma.
Lo que pasó
después hizo que mi vida cambiara de forma radical, afortunadamente. Hizo que
comprendiera que nada es estático y que en unas semanas, quizás días e incluso
horas, tu existencia, que podía parecerte la más acomodada y equilibrada del
mundo, se tambalee, poniendo en jaque incluso tu propia salud.
En cada etapa de
la vida existen muchas tómbolas, van cambiando, como las modas. Juegas,
arriesgas toda tu fortuna y pierdes y ganas según esté ese día de juguetón el señor
Destino.
Cerraron la
tómbola por defunción y por mejoras en su estructura, y poco después, cuando
parecía que nada tenía sentido, abrí mi propio negocio, mi tómbola, para tener
todas las muñecas y todos los osos de peluches suaves y blanditos que me
apeteciera tener.
Metí mis manos
en los bolsillos para hacerme la fuerte, como hago siempre, y seguí caminando con la cabeza
bien alta y una gran sonrisa dibujada en mi cara. En el fondo de un bolsillo
encontré un puñado de céntimos que quedaron olvidados. Eran mis monedas de la
suerte y esperaban una gran apuesta. Las he sacado hace algún tiempo y arrojado
a una fuente. Con suerte volverán a tener un nuevo destino.
Me he prometido
a mí misma no apostar nunca más sabiendo de antemano que ese juego no lo voy a
ganar. Me he vuelto valiente a fuerza de apuestas estúpidas.
Desde entonces,
jamás perdí la sonrisa ni la perspectiva, tampoco la ilusión. Por eso, aunque
no me guste participar en juegos de azar, sé que me ha tocado el gran premio, y
no he utilizado ni una sola moneda.
Comentarios
AMT
luna
Por suerte, a algunas nos funciona muy bien esto de derramarnos por blogs, diarios o cartas sin destino y, por tanto, psicólogas y psicólogos tendrán que esperar.
También nos sirve de gran ayuda esa telaraña de las redes sociales en las que una mano nos acaricia la cabeza, se posa en nuestro hombro, nos cuenta un chiste o se ríe del nuestro.
Tu Tómbola llenará tu vida de luz y de color, aunque nosotras no lo leamos. Pero tenemos la opción de hacerlo, la aprovechamos y disfrutamos de lo que te cuentas.
Una sonrisa de regalo, de mí para ti.
Muy bien Eva, sigue to boleando, please.
Besos
Nieves
Muy bien Eva, sigue tomboleando, please.
Nieves
Y sobre apostar... entiendo tu punto de vista... no se trata de apostar la vida entera, sino de hacer microapuestas, que nos permitan ganar mucho. Una vez que tienes la estructura personal fuertemente creada eres capaz de arriesgar más, de salir de tus propios límites... creo que eso es bueno.
Un abrazo enorme!!