Hay algo misterioso en escribir...
Fotografía de Eva Trigo Cervera
Hay algo misterioso en escribir las primeras palabras de un texto, porque no tengo la menor idea de hacia dónde me llevarán. Solo sé que todo lo que aprendí en este mundo y siento hoy en mis tripas no puedo manifestarlo claramente. No es por el hecho de causar dolor ajeno por lo que me trago lo que siento, es más bien porque no sabría ordenar correctamente las ideas. Es algo mágico que afloren sin más sin yo proponérmelo, y hasta saludable que salgan. Lo peor es cuando parte de eso que siento no puedo vivirlo, no por ganas, más bien por la imposibilidad de articular mis huesos y mis neuronas en esta dimensión tan estrecha de miras que me encuentro cada día. Veo cosas que otras personas no pueden ver, y no me refiero a espectros, que también, pero eso es otro tema. Descubro actos en otras almas que me hacen abrir mis alas y huir muy lejos de ellas y aferrarme a un silencio propio y buscado, un silencio que me atrapa voluntariamente. Y escribo porque en el fondo quiero hablar y no hablar al mismo tiempo. Me es indiferente que me entiendan, yo sin poder organizar este texto para hacerlo comprensible, veo la luz. Es como si el lado del cerebro que me asignaron para cubrir la expresión estuviera atrofiado, y sin embargo, al escuchar a cada instante el barullo que hay en el exterior, viera nítidamente aquello que se me ocultaba, claro y meridiano.
También hay algo
misterioso en escribir las últimas palabras de un texto, porque no tengo la
menor idea de a dónde me han llevado, ni me preocupa lo más mínimo. Solo el
punto final como cierre dará buena cuenta de mis errores, porque ese punto
final no lo pongo yo, si no las circunstancias.
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Etcétera