La sencillez de las cosas invisibles...
Edouard Boubat : Rémi escuchando el mar, 1955
Intento por todos los medios que mi existencia sea
cada día más sencilla. Tan sencilla como sencillo es el gesto de colocarme cada
noche unos tapones en los oídos para poder conciliar el sueño. Un gesto que vengo
haciendo desde hace más de veinticinco años.
Todo comenzó porque necesitaba concentrarme en mis
estudios universitarios. Vivía por entonces en un antro compartido con otras
estudiantes. Mi primer curso viviendo semiindependiente. Toda una aventura. Un
piso bajo donde el sol brillaba por su ausencia y las cucarachas paseaban por
la vivienda a causa de la humedad acumulada en un pequeño patio interior, cuyas
paredes estaban adornadas con moho de diferentes colores.
Los niños y niñas se concentraban todas las tardes en
una especie de túnel al que daba justamente el salón. Un barullo insufrible se
colaba por las ventanas, imposibilitando la tranquilidad que por entonces yo
necesitaba. Los muros eran tan delgados que casi dejaban pasar la luz. Me colocaba trozos de algodón en mis oídos y
pasaba las horas abstraída, leyendo o estudiando.
Éramos cuatro personas, y aquel “cuchitril” que
alquilamos tenía tres dormitorios más el salón. Debíamos
hacer un reparto al azar, y cuando hicimos el sorteo, desgraciadamente me tocó
a mí el salón. Así que durante ese primer curso en la universidad, tuve que
dormir en una diminuta cama plegable de ochenta centímetros que mi padre me
compró en un centro comercial. La desplegaba cada noche y la doblaba cada
mañana. Mis sueños se quedaban allí dentro, agazapados durante el día,
apretados esperando que llegara la noche para poder ser liberados de nuevo.
Estaba tan habituada a llevar colocados los tapones
durante las largas horas de estudio, que un día olvidé quitármelos antes de
acostarme. Ese día escuché el mar. Aunque parezca algo difícil de entender,
siempre he pensado que desde esa noche soy capaz de escuchar el silencio. O tal
vez el silencio fue diferente desde ese momento, no estoy muy segura. Me empecé
a escuchar por dentro y eso para mí fue algo extraordinario. Percibía mi
corazón pausado como cuando me sumerjo en una bañera. Tuve la impresión de que
unas olas improvisadas chocaban dentro de mí, relajando cualquier instante de
tensión.
Así debería ser mi vida siempre, simple como ese gesto
de colocarme los tapones cada noche. No importa quién me haya abrazado todas
estas lunas pasadas, ni tampoco dónde haya descansado mi cuerpo todos estos
años… en un incómodo sofá-cama, en el frío suelo de un barco, dentro de un saco
de dormir que apenas me dejaba respirar o en una enorme cama con banda sonora
propia de muelles oxidados. El pequeño gesto de olvidarme los tapones colocados
esa noche me cambió la vida.
En la sencillez de ciertos gestos se revela la
hermosura de las cosas más pequeñas. Estas cosas pequeñas ahora se hacen
grandes. La belleza puede estar escondida en unas letras
escritas en un trozo de papel coloreado, en la delicadeza de un mensaje enviado en el
momento más oportuno, en la suavidad de
una mano que te coge justo cuando la necesitas, en la sonrisa que se escapa generosa, en la inocencia de un beso furtivo. En
todos estos gestos sencillos descubro algo que valoro mucho, la frescura de lo
efímero, la dulzura que puede llegar a
tener un instante, la luz que unos ojos desprenden y que llega cuando más ciega
estás.
Así debería ser mi vida siempre. Por eso yo ahora me
pongo tapones para escuchar el mar.
Comentarios
Un saludo. :)
...tu ouves o mar e eu me delicio com o que o universo a cada momento me oferece...
Beijos de chuva...que pelo rio navegam até ao teu mar...
Lu
Poder escuchar el silencio debe ser una gozada. Creo que mañana mismo me compro unos tapones de silicona y pruebo a oír el mar.
Gracias por dejarte leer
María
Etcétera
Gracias por estar ahí recordàndome ciertas cosas que creía haber olvidado.
Besos de chuva para ti también
Cuando pruebes los tapones nos cuentas...
Besitos
Sin percatarnos ni saborearlos.
Según llegan, se van ...
(Adios).
Laura
Besos, amiga
Etcétera
Tu vuelo es alto y tu árbol frondoso.
El mar te susurra, te acuna y te sueña.
Tus dedos-lapices dibujan tu sonrisa.
agradecida quedo por esa sonrisa y que tu mar te meZa dulcemente.
Besos de vuelo tranquilo
Etcétera