El otoño es un buen tipo...
Quedan horas para que el otoño comience y ya se ha puesto en
contacto conmigo. Después entenderéis
por qué digo esto.
Al comienzo de este período, siempre escucho decir: “Es la
estación que más me gusta”. Yo no debo
ser muy normal, pero rehago la frase y me apunto este año una, que exprese tal
cual lo que siento: “El otoño es la estación que quiero que más me guste”.
Me estoy preparando para que estos meses sean especiales y
no me afecte la reducción de luz, el frío, la humedad, el color gris...
Creo que el otoño me tiene en cuenta cada año y se esfuerza
porque yo esté realmente satisfecha. Él
sabe que cuando lo veo llegar, mis piernas tiemblan de miedo, por eso, cada
comienzo de curso, inicia una programación individualizada (como la que les realizo yo a mi alumnado cada
principio de curso, vamos) que dura apenas tres meses. Lo hace
para hacerme feliz, lo sé. Él creerá que
no me he dado cuenta, como le ha ocurrido en los años anteriores, incluso pensará que va a ser igual que
siempre, pero no, nada de eso. Es bastante despistado, incluso más que yo, casi siempre
llega por sorpresa, pero este año va a ser diferente al resto; siempre es
diferente, diréis. Hace semanas que le espero en silencio mientras miro por la
ventana… y ya mi cuerpo, mi corazón y hasta mi alma están en guardia, preparada
para cualquier cosa.
Que conste que adoro el decorado que cada año monta en mi
honor. Menudo trabajo el de llenar las calles con hojas que crujen bajo mis
botas. ¿Os imagináis lo difícil que debe ser espolvorear las ciudades que
visito con un aroma inconfundible a madera y tierra mojada?... ¿y qué me decís
de la maravillosa forma de engalanar los parques y las plazas de imposibles
ocres? Lo hace para alegrarme la vista, y por supuesto para hacer que cada
imagen que me voy encontrando, parezca pasada por el filtro de un programa de
diseño fotográfico. Me maravilla el gran
compromiso que el otoño ha adquirido
cada año conmigo, tengo que reconocerlo.
A su manera, el otoño ha tenido su primera aproximación, y ahora es cuando retomo el principio de este
post. Aparte de estar preparando todo ese montaje escénico, ya ha bromeado
conmigo nada más empezar el día para
despertarme las primeras sonrisas de la temporada más oscura del año.
Al abrir los ojos esta mañana, y como cualquier día, después
de un estiramiento casi perruno, me he incorporado en la cama, he buscado casi
a oscuras con los pies las chanclas veraniegas (sí,
todavía hace mucho calor y me gusta darle alas a mis dedos) y me he
dirigido al cuarto de baño a lavarme la cara para despejarme un poco. He
recorrido el largo pasillo que da a la cocina y me he preparado un buen
desayuno para comenzar este primer domingo de comienzos de una nueva etapa. En
esta etapa, y no en otra, pensaba
mientras llenaba la cafetera y saltaban las tostadas. Repasaba en mi cabeza,
aún dormida, una lista enorme de personas que adoran esta estación y en lo rara
que debo ser yo por no ser una de ellas. El café subió,
llamándome la atención con su particular sonido (es una cafetera italiana y me recuerda a mi abuela)
y despertándome de tanta divagación sobre la influencia de las estaciones en
los seres humanos. Llevé la bandeja al salón y al sentarme en el sofá me di
cuenta de que me había colocado al revés mis chanclas. La derecha en el pie
izquierdo y la izquierda en el pie derecho. Algo increíble teniendo en cuenta
la incomodidad que supone eso y la sensibilidad que tengo en determinados
dedos. Solté una carcajada, y después
otra, y después otra, y así sin parar durante
un buen rato. Tal impresión debí darle a mi compañera de piso, Honey (la
perra lectora), que saltó sobre mí creyendo que la invitaba a jugar.
El desayuno de este primer domingo de comienzos de una nueva etapa ha sido muy
especial.
Igual que suelo ser de lágrima fácil, también soy de risa (demasiado) fácil, y después de esta
aparentemente estúpida anécdota, he pensado que este descuido sólo lo ha podido
provocar el otoño para hacerme reír.
Es un buen tipo, no hay más que verlo.
Comentarios
Paso medio año disfrutando, un cuarto de año disfrutando, pero temiendo lo que ya está a la vuelta de la esquina. Y un cuarto de año que deseo se pase rápido, rápido. Mis últimos 35 años, aproximadamente, he deseado que el verano pase rápido, rápido...
Coge una buena capa/manta/polar/etc, y prepárate para disfrutar de la nueva estación.
Besos
N
Aprovecha los bonitos regalos que te hace cada año y sonríe a la vida como siempre haces.
Hacía mucho que no te escribía, pero recuerda, siempre estoy ahí, a la sombra.
Un beso muy particular.
María